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Historia

¿Qué pasó el 17 de Octubre de 1945 con los trabajadores en Villa del Parque?

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Se habla del 17 de octubre de 1945 como un movimiento nacido en el conurbano bonaerense y el apoyo de las masas de trabajadores de las grandes empresas de la zona sur, industrial por excelencia, ¿pero que pasó en Villa del Parque?

Acontecimiento aparentemente anónimo y que no quedó registrado en ningún medio barrial, por lo que se supone que en este «finoli rioba» no pasó nada. No fue así. Villa del Parque en 1945 tenía muchas calles de tierra, un solo edificio de altura (el majestuoso castillo) y abundaban los terrenos baldíos, sede de equipos de fútbol de los pibes que entrenaban o hacían sus reuniones sociales, también depósito de las ramas recolectadas en el invierno para acopio y utilización en los últimos días de junio para las famosas fogatas de San Pedro, San Pablo y las de San Juan, donde no faltaban la quema del muñeco y las papas asadas en la fogata que todos compartíamos entusiastamente.

Ya sabemos que el barrio era con calles de tierra y algunas empedradas, y otras con asfalto, en las casas había gallineros y quintita en muchas de ellas, y había tallercitos y cuentapropistas en muchos lados, también había industrias muy importantes, las principales: los talleres Klocner en la calle Empedrado entre Bolivia y Ricardo Gutiérrez, con gran cantidad de obreros y empleados, la segunda en importancia era la fábrica de cierres relámpagos DEPE con gran cantidad de personal y la tercera era una fábrica de cierres relámpagos ubicada en la calle Cuenca entre Beiró y José P. Varela, también importante, una fábrica de sombreros en la calle Pedro Lozano entre Campana y Llavallol, la fábrica de soda Zorrilla hermanos, en Pedro Lozano 3451, Herreros especialistas en hacer ruedas de carros y en reparación de las mismas en Marcos Sastre y Emilio Lamarca, ese lugar está igual.

Carpinterías en Helguera y Simbrón y en Santo Tomé y San Nicolás, la muy importante y famosa fábrica de gomina Brancato en la calle Nazarre y Teodoro Villardebó, talabartería en Nogoyá entre Concordia y Villardebó y gran cantidad de cuentapropistas.

Dentro de este contexto barrial ocurren cosas a nivel gubernamental que paso a relatar: el 2 de Diciembre de 1943 dentro de un gobierno militar de corte nacionalista se crea la Secretaría de Trabajo y Previsión, nombrando al Coronel Perón al frente de la misma. En principio fue solo una oficina de trabajo, una formalidad por parte del gobierno sin ninguna fuerza de acción y sin capacidad operativa.

Desde allí, elaboró una vasta legislación laboral y social. Los trabajadores contaron, por primera vez, con organismos estatales a los cuales recurrir en caso de conflicto, tribunales del trabajo, estatutos que fijaban las condiciones laborales de cumplimiento obligatorio, leyes de protección, jubilaciones, vacaciones anuales pagas. El resultado de esta legislación fue el mejoramiento sustancial de la situación material y social de la población trabajadora en su conjunto.

Cuando, en octubre de 1945, Perón fue obligado a renunciar a los cargos que desempeñaba en el gobierno, debido a la presión de sus opositores tanto civiles como militares, se hizo evidente el estado de movilización en las masas obreras y en sus estructuras sindicales.

El 17 de octubre de 1945, los trabajadores convergieron sobre el centro de la ciudad de Buenos Aires y colmaron la Plaza de Mayo exigiendo la liberación del coronel Perón. Movilizaciones obreras también se produjeron en varias ciudades del interior del país y contados barrios porteños.

En Villa del Parque un grupo de obreros de la fábrica de cierres DEPE, de la calle Marcos Sastre, comienza una tarea de convencimiento de sus pares en la necesidad de movilizarse pidiendo la libertad de Perón, no ocurre lo mismo en soda Zorrilla, caciques radicales que hicieron historia en el barrio, no hay testimonio que obreros de Klocner hayan participado, pero los obreros de DEPE se movilizaron en todos los talleres y fábricas del barrio, el pintor de cuadros Contreras refiere ser testigo presencial del accionar de ese grupo de obreros, cuando estos llegan al taller de enlozados donde él vivía con su padre que era el encargado del lugar.

Ese grupo se presentan como obreros que van a pedir por la libertad del que fuera secretario de trabajo y pedían respetuosamente el permiso para que se autorice a los obreros que quieran participar en la convocatoria a la Plaza de Mayo, el padre de Contreras después de escucharlos decide autorizar a todo el personal del taller, unas veinte personas a participar y les da permiso sin perjuicio económico para ellos.

Ese grupo siguió solicitando el apoyo en el barrio en los diferentes talleres con distinta suerte y luego de juntar más de cien trabajadores contándose entre ellos, panaderos, carpinteros y albañiles y otros que engrosaron junto a algunos metalúrgicos, la larga fila que se dirigió a la estación de tren que venía desde el interior de la provincia con gran cantidad de trabajadores, arribando luego a Retiro y llegar en unas pocas cuadras a la Plaza de Mayo.

Fue éste el destino que obreros de la fábrica DEPE y los trabajadores de otros gremios, que ellos lograron juntar en Villa del Parque, se convirtieron en protagonistas de un acontecimiento que ese 17 de Octubre modificará la existencia de miles de hombres y mujeres y el principio de transformación de un país que cambiaría profundamente sus cimientos políticos y sociales.

Juan Miguel Peyrelongue, tangojuan2002@hotmail.com

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¿Conoces que dio origen al nombre de nuestro barrio de Villa del Parque?

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Existió un gran monte de eucaliptos sobre lo que es la facultad de Agronomía y Veterinaria que se extendía hacia lo que hoy es Villa del Parque, se reproducían sobre las quintas y los sembradíos de alfalfa en forma natural, pero cuando la municipalidad de la ciudad dio comienzo a las obras de urbanización, las quintas fueron desapareciendo y los propietarios se vieron obligados a lotear y vender esas extensiones de tierra.

El monte desapareció poco a poco, pero la parte del monte que se extendía a los costados de las vías del ferrocarril quedaron naturalmente. Justamente el origen del nombre de Villa del Parque, hace mención al parque de eucaliptos que se extendía sobre la incipiente villa (La villa que se construía sobre el parque de eucaliptos).

Así se podía detectar aun ya entrado el siglo 20, la cantidad de esos árboles que era costumbre verlos sobre el costado de las vías del ferrocarril y avanzando sobre la calera y terrenos baldíos que rodeaban la estación. Hasta existió uno muy grande en la esquina de Nazarre y Cuenca, que sobrevivió hasta principios de los años setenta sobre el frente de la florería «La no me olvides», que durante años fue la encargada de proveer a los románticos señores de entonces, el material necesario que servía de ablande de los corazones femeninos: las flores. Destinadas a simpatías o novias (las suegras siempre fueron difíciles de ablandar).

Volvamos a lo que nos interesa: el eucalipto, esa inmensidad de eucaliptos que nos daba sombra y proveìa de hojitas y frutitos que nuestros padres, maestros, abuelos, etc, solìan poner con agua en un jarrito enlozado que colocaban en las estufas a Kerosene emanando de ellas un vapor, que a decir de los mayores nombrados anteriormente, eran de carácter curativo… ¡y que seguramente lo eran!

También los eucaliptos eran útiles para contener grandes cantidades de agua en las tormentas, servían de arcos en los partidos jugados al costado de la vía, sobre Melincué, era lindo oler en la primavera el aire perfumado de ellos, pero el tiempo trajo el progreso y los fueron quitando de a poco, fueron desapareciendo dando paso al progreso… ¿al progreso? mejor digo: dando paso al cemento, poco a poco esos árboles que nos daban oxígeno, contenían el agua, nos daban sombra, alegraban con su presencia y perfumaban el aire, fueron desapareciendo.

Fueron borrando el origen del nombre de nuestro barrio, hoy sólo queda uno del enorme parque y ese uno está contemplando en soledad, como extrañando a sus hermanos que tanto nos dieron y que nosotros malpagando, a golpe de hacha derribamos.

Ese eucalipto testigo está en la calle Melincué frente a las vías mano a José C.Paz y casi esquina Argerich, sobre el final de un complejo de departamentos, debemos salvarlo, porque es un sìmbolo de vida, y porque preservandolo, preservamos nuestra identidad y nuestra historia. Las generaciones futuras tendrán el responsable placer de custodiar el último pedacito de historia viva que dió origen a nuestro nombre.

Juan Miguel Peyrelongue, tangojuan2002@hotmail.com

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Historia

Los héroes desconocidos que impulsaron el progreso en Villa del Parque hace 100 años

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Estación de Villa del Parque

Por los primeros años del siglo veinte comenzaron los loteos de nuestro barrio, la inmensa llanura pampeana llegaba hasta el shopping, y se extendía aún más y Claudio Mamerto Cuenca si bien ya era un mártir de la batalla de caseros todavía no se había convertido en calle y todo era un verde pañuelo con lino y alfalfa.

Digamos que Claudio Mamerto, según dicen los que saben, tenía otro nombre que era Claudio José del Corazón de Jesús Cuenca, como era muy coqueto se sacó José del Corazón de Jesús y se puso Mamerto. En este punto hay que felicitar a mamertito y a sus padres por el buen gusto que tenían para poner nombres.

Lo que sí existía por esos tiempos era el ferrocarril, y por cierto funcionaba a la perfección con sus horarios que eran rigurosamente controlados por un «yoni» que habían mandado expresamente de Londres y que relojito mediante alcahueteaba a sus «yonis » superiores el horario de paso del caballo de hierro. Desde la casa que todavía existe en Ricardo Gutiérrez y Nazca pegadita a la vía, el enviado de su majestad anotaba los horarios y vivía con su familia.

De Villa del Parque a retiro tardaba 16 minutos, y el nombre del ferrocarril era de Buenos Aires al Pacífico, este nombre: Pacífico, fue la musa para que un grupo de pibes que jugaban en los terrenos donde hoy está la playa de estacionamiento descubierta del shopping, pusieran el nombre del equipito de fútbol del barrio.

Hoy sigue de pie el sueño de los pibes en la sede que el club Pacífico tiene en la calle Santo Tomé, y donde se formaron y forman grandes deportistas y gente de bien.

Volvamos a la Pampa Villa Parquense resulta que allá por el año 1914 más o menos esto era un barrial con puentes de maderas para cruzar en las esquinas y donde no había veredas, las calles no tenían declives y se formaban grandes charcos y lagunetas por todas partes, los almaceneros que hacían el reparto , hoy se dice delivery, sufrían para abastecer a los vecinos porque los triciclos a pedal quedaban hundidos en el barro.

Pero el progreso prometía su avance sobre el barrio, digamos que solo prometía, la sociedad de fomento de Villa del Parque pedía piedras a la municipalidad para poner en los cruces, pero nunca llegaban las suficientes, pero hete aquí, que un día don Antonio Cambiasso donó un terreno para que se levantara una capilla sobre la calle Cuenca y donde él y su señora pasarían el sueño eterno en el momento de partir a peregrinar por los blandos caminos celestiales.

Por supuesto que la futura capilla, donada por don Antonio, se llamaría capilla San Antonio, no sé si me entiende. Lo cierto es que se dispuso poner la piedra fundamental y mandaron desde arriba (desde arriba me refiero a la curia, no que vino del cielo) nada menos que a monseñor Antonio espinosa, que viajó modesta pero confortablemente sentado en el tren desde retiro en económicos 16 minutos, para cumplir la misión que le estaba encomendada, que era la de bendecir la primera capilla de villa del parque.

Lo esperaban en la estación una pequeña comitiva, dónde se encontraban entre otros el teniente coronel Néstor Golpe y el señor Laporte, un detalle: había llovido copiosamente los días anteriores, y caminar las cinco cuadras hasta la futura capilla no fue tarea sencilla, ni para Golpe ni para Laporte, fue sencilla para monseñor que iba en brazos de ambos para no embarrar la sotana, cinco cuadritas imagínense las cosas que dirían Golpe y Laporte, ¿está cómodo monseñor? acomódese mejor… y dejó a los lectores librados los pensamientos ocultos de los protagonista de la sillita de reina.

Por fin llegaron!!!! Monseñor despachó el asunto solemne y urgentemente como corresponde a un monseñor y se las picó para la estación, volviendo cómodamente sentado entre los brazos de Laporte y Golpe, ésta cristiana acción de Laporte lo impulsó como un resorte hacia la intendencia de la ciudad con la idea de pedir que se coloque el empedrado municipal, por lo menos en la calle Cuenca.

El capo mayor era don Joaquín Anchorena, pero sin pedir audiencia el señor intendente no atiende, Laporte movido por la desesperada idea de volver a llevar a upa a algún vejete por las calles de Mamerto Cuenca, movió cielo y tierra hasta que a Anchorena le dijeron: “atendémelo a éste que viene recomendado” y Anchorena lo atendió y le dijo que no hay guita (igual que ahora, vió?) Pero Laporte no era de dejar las cosas por la mitad y siguió insistiendo y persiguiendo a Anchorenita por todas partes. Un dia Anchorena, igual que una novia que promete, le dijo que si.

Por la emocionante noticia casi se desmaya el sacrificado Laporte y se llevó a dos señores dirigentes barriales; Machatta y don Selaar de testigos, para que el intendente repita ante estos señores miembros de la sociedad de fomento de Villa del Parque la promesa.

Lo prometido era empedrar Nogoya, Avenida San Martín hasta Cuenca y Cuenca hasta Nogoya, igualmente hubo gran mayoría de vecinos que se oponían a empedrar de las vías hacia la plaza (en ese momento también casi se desmaya Laporte) el argumento más o menos era que no había vida después de Pedro Lozano hacia Nogoya y muy pocos utilizarían el camino. Al fin se hizo lo que propuso Anchorena, y ése triángulo de Nogoya, Av. San Martín y Cuenca se empedró y comenzó el progreso, y todo gracias a la lluvia, el barro, la sillita de reina que le hicieron a monseñor y a don Antonio que si no donara la casita del descanso eterno, vaya a saber hasta cuando nos embarrábamos. Y al teniente coronel Golpe y al insistente Laporte héroes asfálticos hoy desconocidos por los vecinos, nuestro grato recuerdo.

Juan Miguel Peyrelongue, tangojuan2002@hotmail.com

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El varon del tango quería entrañablemente nuestro barrio de Villa del Parque

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Juio Sosa varon del tango funeral

Hace unos cuantos años atrás vi una fotografía sacada en blanco y negro en los años sesenta, la imagen describía lo siguiente: un auto deportivo, la puerta del conductor entreabierta, sentado al volante un pibe de diez, once años con guardapolvo escolar, parado detrás de la puerta del auto un hombre sonriendo cómplice con el niño chofer y delante del hombre, otro pibe con delantal sonriendo al fotógrafo, ese chico respondía al apodo de «tuti», el que estaba al volante era un desconocido para mi y el hombre sonriendo obviamente era el dueño de ese auto deportivo, la geografía de esa foto describía la entonces arbolada calle Helguera y se alcanzaba a ver el frente del colegio Galloni, el dueño del auto era vecino de la cuadra, vivía en la vereda enfrentada al colegio y ese dia lo encontraron de buen humor y permitió la foto.

El hombre tenía unos perros ovejeros alemanes que cuando escuchaban el ruido del motor acercarse comenzaban a ladrar, la capacidad de oír de los canes era llamativa, ellos ladraban y pasado unos minutos aparecía el auto con el amo, vaya a saber a cuánta distancia ellos tenían la capacidad de percibir el ruido del motor. El amo y los perros guardaban entre sí absoluta fidelidad y en el reencuentro nunca se supo quién de ellos: el amo o los perros, era el que estaba más contento, se profesaban amor mutuo.

A los enormes ovejeros no se les conocía oficio u ocupación alguna más allá de oficiar de mascotas, al amo sí, era cantor de tangos y vivía su momento de gloria a pesar que todo un aparato publicitario televisivo y radial apoyado por las empresas discográficas boicotearon la música del tango, propagando un movimiento inventado por ellos que llamaron «nueva ola» y que el flamante estandarte de ese movimiento era un programa de TV llamado «El Club del Clan». En este contexto nuestro cantor se destacaba y a la par de los nuevaoleros llenaba clubes y lugares de actuación, era figura en la televisión y a veces en nuestro barrio salía en pijama para tomarse algo en el café Bijou de la calle Cuenca. Era un hombre sencillo y en su oficio no usaba seudónimo.

Julio Sosa y sus perrosAmor mutuo. Imagen: http://juliososavarondeltango.blogspot.com.ar

Julio Sosa era su verdadero nombre, a la vez de ser la carta de presentación de su justa y bien ganada fama. Había nacido en un pueblito de Uruguay cercano a Montevideo: Las Piedras.

Según el saber popular reafirmado por los más prestigiosos profesionales y vecinos de su pueblo, Sosa era hijo ilegítimo (así se definía antiguamente) pero para que eso no tomara estado público, se maniobró de la manera que comenzamos a contar.

Su madre (Ana María Venturini) a muy temprana edad siendo casi una niña se encontró con la dura realidad de enfrentar la vida y fue empleada doméstica de una familia rica, quedando embarazada del «patrón», el hombre imponiendo su condición de «amo» obligó a uno de sus peones (Luciano Sosa), a que se casara con su poseída, de tal unión nació el 2 de febrero de 1926, Julio María Sosa Venturini convirtiéndose años más tarde en el «Varón del Tango».

Julio Sosa creció en un contexto de miseria y asfixia social pueblerina y condenatoria, con crueles personajes que sabiendo su origen se burlaban de él, Julio Sosa de niño y de jovencito entre otros precarios oficios que ejercía vendía bizcochos (facturas) en la plaza del pueblo y andaba generalmente descalzo aún en invierno.

Siendo niño, el padre lo llevó al cine a ver una película de Carlos Gardel, al salir era tal la impresión que le causó escuchar al «zorzal criollo» que entusiasmado dijo: «cuando yo sea grande voy a cantar como ese señor».

Con esa influencia Julio Sosa aprende solito a cantar, a fuerza de oído y voluntad, es un gran observador y analista de la vida que le ofrece su pueblo, tiene una mirada dolorosa de la realidad que volcará años más tarde en gran cantidad de amargos poemas, algunos de ellos publicados en el libro «dos horas antes del alba» que él mismo edita. Uno de esos poemas describe elípticamente su origen, y el encuentro sexual de su madre con el «patrón». Si mal no recuerdo el nombre de ese poema es «el error».

Casa donde vivió Julio Sosa en Villa del ParqueCasa donde vivió Julio Sosa en Villa del Parque, Helguera 2440.

A los dieciséis años se casó (con Aída Acosta) y al poco tiempo se separa descubriendo la fragilidad de las promesas juveniles. Comienza a cantar en el pueblo y se hace un grupo de incondicionales amigos que lo alientan y con los que comparte las enseñanzas que la vida le ofrece. Viaja a montevideo todos los días en tren y frecuenta el bajo, conoce la vida en los cabarets y comienza a cantar gratis en esos lugares para después llegar a un arreglo por el viaje y la comida. Julio Sosa sueña en cantar en grande y a fuerza de sueños y el empuje de sus veinte años se anota en cada concurso que puede.

Una noche en un cabaret que cantaba conoce a un muchacho argentino escapado de su casa por asuntos familiares, el recién llegado no tenía donde dormir, Sosa lo lleva a la casa de un amigo y le tiran un colchón en el piso, así pasan los días con el amigo argentino compartiendo su comida con él y brindando modesta pero segura amistad, al correr de los días aparece el padre del muchacho y se reconcilian, al irse el argentino le dice: «si vas a Buenos Aires vas a tener mi casa y mi comida tal como vos generosamente me ofreciste a mí», fraternalmente y confundiéndose en un abrazo se separan.

A los pocos días Julio Sosa gana un concurso de tango, con el efectivo ganado saca un pasaje en tercera categoría en el vapor de la carrera a Buenos Aires, la madre le plancha una camisa blanca que envuelve prolijamente en papel madera, se corta el pelo y le dice al peluquero (Gutierrez) mañana te pago, pero mañana ya estaba en Buenos Aires.

El amigo argentino cumplió, le dio alojamiento, comida y le prestó un saco para que fuera presentable a ofrecerse en dos cafés que estaban relativamente cerca, uno, el argentino de Chacarita y el otro que ahora es una salita de teatro en Jorge Newbery y Córdoba, entra en confianza con los parroquianos y le cae bien a uno de ellos que le dice que lo va a llevar a que le tomen una prueba con unos músicos que él conoce y es así como al cuarto dia de estar en Buenos Aires se encuentra a las tres de la tarde en un ensayo en el Picadilly (Av. Corrientes al lado del San Martín, hoy es teatro) pasa la prueba y forma dúo con un consagrado y de éxito seguro, Alberto Podestá. Es el año 1949.

Comienza una carrera de éxitos, debuta en radio El Mundo con un muy buen contrato, es muy diferente vocalmente de Podestá, pero logra también gran aceptación por el peso y timbre de su voz y una muy buena y afinada interpretación de los tangos que canta.

A mediados del año 1955 pasa a la orquesta de Francisco Rotundo y ocurre un hecho que lo marcará y terminará trayéndolo a vivir a nuestro barrio, pierde parcialmente la voz y cada dia que pasa se agudiza el problema, Juanita Larrauri esposa de Rotundo lo lleva a ver al prestigioso cirujano Elkin a su domicilio de Villa del Parque, este lo opera de las cuerdas vocales y corrige el tabique nasal, la operación es un éxito.

En 1958 se casó por segunda vez y tiene una hija, Ana Maria Sosa, ese matrimonio es anulado jurídicamente el siguiente año. Inmediatamente se casa con Susana Rita Maroglio y compra una casa en la calle Helguera al 2400 frente al colegio José Ernesto Galloni.

Tiempo después actuando en el «Sans Souci», alguien le tira disimuladamente una miguita de pan a las piernas, la mirada se convirtió en un rayo de ira a pesar que nadie se había percatado de eso, más que él y el agresor, era Gutierrez el peluquero con unos amigos de su pueblo, pidió permiso al público para dedicarles un tango y dijo: «a vos Gutierrez, te pagaré con esto el corte que me hiciste gratis antes de venirme a Buenos Aires porque no tuve plata para pagarte».

Luego es contratado por CBS que le pone una orquesta dirigida por Leopoldo Federico y se convierte en un suceso extraordinario, le llueven las ofertas de trabajo de todas partes, firma para una importante gira por Europa un millonario contrato que no puede cumplir porque el 24 de noviembre de 1964 el automóvil que conducía se estrelló contra una baliza de señalamiento de concreto en Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla.

Auto accidentado de Julio SosaEl automóvil que conducía Julio Sosa al momento de su muerte. Imagen: http://juliososavarondeltango.blogspot.com.ar

Julio Sosa es velado en el salón La Argentina, pero la multitud desborda y lo llevan al Luna Park, a las tres de la tarde del 27 de noviembre es llevado en una multitudinaria procesión de contramano por Av. Corrientes hacia La Chacarita, el auto fúnebre que llevaba el ataúd es asaltado por la multitud que lo baja en la mitad del camino y lo lleva a pulso por la mítica avenida, caminando llegan a las diez de la noche, el cementerio está cerrado y deben aguardar toda la noche hasta que se abre La Chacarita, donde finalmente le dan cristiana sepultura.

Hace algunos años una «operación comando» de fanáticos uruguayos se llevó el féretro hacia las piedras donde descansa.

Por Juan Miguel Peyrelongue, tangojuan2002@hotmail.com

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Historia

El día que la máquina de River Plate enfrentó a Canillitas Parquenses en Villa del Parque

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Canillitas Parquenses vs River Plate

Esa mañana del 27 de Noviembre de 1948, el sol resplandecía como nunca sobre el elegante barrio de Villa del Parque, en el cruce de las calles Álvarez Jonte y Emilio Lamarca una muchedumbre de cerca de diez mil personas esperaban ver al equipo local, Los Canillitas Parquenses , campeón de la liga amateur del año 1947 , contra la máquina de River Plate.

A las ocho de la mañana el sol «picaba» como nunca en esa primavera, nadie dormía todos estaban en la calle rodeando los terrenos de Emilio Lamarca y Álvarez Jonte, racimos humanos cubrían las paredes y postes telefónicos (los postes tenían clavados en forma horizontal varillas de acero que servían como escalas) las damas desplegaban sus sombrillas protegiéndose de Febo y las «lechuzas» (los antiguos fotógrafos de plaza) buscaban un buen lugar que valorizara su trabajo. Las terrazas de las casas vecinas estaban repletas de buenos y conocidos vecinos que mataban la ansiedad mate mediante. Media hora después, a las ocho y treinta no cabía un alfiler en la zona, igualito a los clásicos.

Los reporteros gráficos de los grandes diarios y revistas deportivas hacían guardia, mientras se cocinaban pacientemente en la ardiente mañana, era una fiesta y en esa fiesta y a esa hora (8.30 h) entraron a jugar, Unión Libertad vs. Club Atlético Villa Soldati, el partido fue muy disputado y los oriundos de la quema (Villa Soldati) sucumbieron en el último minuto ante los anarquistas de Unión Libertad.

Tim Micheletti, en un carrito improvisado con unas llantas de automóvil y un barril recorría el lugar vendiendo su naranjada casera, la reposición del refresco era rápida puesto que Tim vivía enfrente a la cancha, en los comestibles «atendían» dos tanos, uno que con un barrilete promocionaba sus maníes y lupines y otro con una gran pizzería donde llevaba apilada varias pizzas a la piedra y que portaba sobre su cabeza, las pizzas eran solo de tomate y muy picantes, la famosa pizza de cancha se hacía presente.

Josecito Miranda llegó alrededor de las diez de la mañana, hora que se había anunciado el partido, hubo asombro y un murmullo que hizo eco por todos los barrios de Buenos Aires se escuchó claramente, siguió un silencio como de duelo, triste y largo silencio: el mufa del barrio había llegado, sus antepasados fueron mufas y sus descendientes seguirían su nada envidiable tradición.

Tres amigos y fervientes hinchas de los Canillitas invitaron a Josecito a ver mejor el partido desde una terraza vecina, cuando llegaron a la casa lo encerraron en un baño a los nobles efectos de evitar cualquier desgracia que su sola presencia auguraba.

Enterados todos que el mufa estaba bien guardado el clima festivo volvió a ser lo que era, mientras tanto en la sede del Club Pacífico los jugadores de ambos equipos cambiaban sus ropas, luego de esto los jugadores se dirigieron al patio de la institución, donde había un mástil e izaron la enseña nacional, ceremonia que estuvo protagonizada por los dos capitanes: F. Iácono por River Plate y Lorenzo por canillitas Parquenses.

Adelantándose a ellos el «cura gaucho», verdadero artífice de este encuentro, el padre José Dubosc, se dirigió a la cancha acompañado del comisario del barrio que se había hecho presente con una escolta de agentes y suboficiales «para ver qué pasa con tanto alboroto» apenas llegaron a la cancha el padre Dubosc levantó los brazos y llamando la atención de la multitud pidió un fuerte aplauso para el comisario que ha venido a unirse a esta fiesta de la gente del barrio, dicho esto comprometió más al comisario pidiéndole que sus agentes colaboren como mojones puesto que la invasión a la cancha era un hecho.

El cura fue un extraordinario promotor de eventos en el barrio y formó parte de comisiones de diferentes instituciones, luego en los años sesenta se trasladó a la villa de Retiro donde tuvo una destacadisima actuación pastoral, murió hace pocos años pero su extraordinaria obra y su querido recuerdo como pastor que vivió con y para su rebaño quedó en el corazón de todos los que lo conocieron.

Detrás aparecieron los cracks de River y Canillitas Parquenses, que formaron de la siguiente manera:

River Plate: Grisetti, Sporto, Fariña, Ferreiro, F. Iácono, Amorín, Bussi, Moreno, Di Stefano, Labruna, E.Iácono.

Canillitas Parquenses: Duro, Suarez, Garcia, Ezeiza, Gomez, Bruno, Rezza, Callá, Adán, Lorenzo, Boquini.

Un viejito que decía que era de la época de los hermanos Brown quería jugar de cualquier manera, se lo fue conformando poniéndolo de lineman, acción que fue premiada por una ovación cuando terminó el partido, el árbitro fue Manuel Barancat, que según la unánime opinión, dirigió mejor que los ingleses, por esos años los referatos eran conducidos por los ingleses.

No hubo sorteo y empezó moviendo la pelota River, Di Stefano a Labruna éste a Moreno que eludió a cuatro rivales y cedió a Di Stefano que tiró apenas desviado, el partido fue vibrante y jugaron a «muerte», cada vez que había que tirar un córner los agentes destinados a «mojones» dispersaban al público que invadía la esquina, a pito limpio.

Mientras algunas groserías dirigidas a las damas que usaban sombrillas para protegerse del sol, se escuchaban de labios de aquellos fanáticos que no podían ver, la cosa creció y las damas se tuvieron que alejar…botineras son las de ahora…psss.!

A los veinte minutos una maniobra de Moreno, Labruna y Di Stefano terminó en un remate de éste último, una contorsión en pleno vuelo y corrigiendo la dirección del cuerpo el arquero de los Canillitas evita el gol ante el asombro de todos y el propio Di Stefano que se acercó a Felicitarlo.

El juego intenso y con peligro para los dos arcos crecía ante el regocijo de la concurrencia, y a los treinta y siete minutos la saeta rubia, Alfredo Di Stefano convierte desde unos diez metros del arco tras una combinación con Moreno. River 1-Canillitas 0, así terminó el primer tiempo.

Segundo tiempo: A las doce del mediodía y cuando el sol partía la tierra comienza el segundo tiempo y a los cinco minutos nuevamente Di Stefano marca el segundo gol, acá hacemos una aclaración, los jugadores de River no usaban botines de «Football» usaban zapatillas de básquet, la alegría de los millonarios duró poco, dos minutos después Adán, de tiro libre vence la valla de Grisetti, dos a uno y así terminaría el partido a los veinticinco minutos del segundo tiempo, el calor, la invasión involuntaria de las diez mil personas que rodeaban la cancha y el cansancio de los jugadores de ambos equipos que dieron todo fueron la causa.

Terminado el partido los jugadores fueron a la sede del Club Pacífico, donde los Canillitas agasajaron a sus rivales con un Vermouth y una comilona y donde quedó por supuesto invitado el «dueño» de los mojones o sea, el comisario.

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Quién fue Cuenca, mártir de la batalla de Caseros y calle principal de Villa del Parque

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Una de las calles principales de Villa del Parque lleva el apellido de Claudio Mamerto Cuenca, quien fue este personaje que se cambió el nombre en el mil ochocientos.

Hijo de Don Justo Casimiro Cuenca y de Doña Lucía Calvo, nace el 3 de octubre de 1812. Su verdadero nombre era Claudio José del Corazón de Jesús y no se sabe por qué razón lo cambió por el de Claudio Mamerto. Hizo sus primeras letras en la casa parroquial para ingresar a los 16 años en el Colegio San Carlos, que era dirigida por los Jesuitas y funcionaba junto al templo de San Ignacio. Excelente alumno, se recibió de Bachiller con notas sobresalientes y cuatro años más tarde ingresaba al Departamento Médico de la Universidad de Buenos Aires.

Terminó sus estudios en 1839, y al año siguiente, fue nombrado profesor de Anatomía y Fisiología. Cuando el doctor Ventura Bosch partió para Europa, en la terna de profesionales que podían sucederle figuró en segundo lugar, Juan Manuel de Rosas lo prefirió y el Dr. Cuenca se puso al lado del dictador.

En 1851, fue designado Cirujano Mayor del Ejército. Sin prejuicio de ello, desarrollaba en la Universidad de Buenos Aires las cátedras de anatomía, fisiología, materia médica y cirugía.

La otrora alegría porteña se vio ensombrecida por la desconfianza y el miedo. El chisme y la calumnia eran moneda corriente y hasta un gesto ponía en peligro al más inocente, ante los ojos del que quería descubrir en él a un salvaje unitario. No obstante, Cuenca prefirió quedarse haciendo uso de la hipocresía y la simulación. El cumplimiento del deber lo obligó a servir al tirano y a sus tropas y en la íntima penumbra de la noche, a la luz de un candil, cultivaba las letras.

Compuso epigramas, idilios, madrigales, comedias, dramas, etc. Y así, convertido en médico personal y cirujano mayor del ejército de Rosas, volcando en sus poemas sus verdaderos sentimientos -poemas que llevaba permanentemente en un maletín que no se desprendía de el ni para dormir, pues muchas veces lo utilizaba como almohada- encontró la muerte el 3 de febrero de 1852.

Al término de la Batalla de Caseros queda un bastión: El Palomar. Se encomienda entonces al general César Díaz que atacara. «Desde lo alto del mirador, -escribe cien años después el Dr. Corbella- los jefes del Palomar, junto a los que se encontraba Cuenca, miden la situación y, al comprobar la gran desventaja numérica, resuelven capitular. Se enarbola la bandera blanca y cesa el fuego. Cuenca se dirige a su improvisado hospital levantado a cielo abierto y reanuda las tareas de restañar heridas, con gran sorpresa siente una descarga cerrada de fusilería».

«La soldadesca de Rosas, haciendo caso omiso de la rendición esperó la llegada -con fines de parlamentar- de un pelotón de las tropas vencedoras y al entrar éstas les hacen fuego a quemarropa. Disipado el humo se vio el tendal en el suelo. Lo que ocurrió minutos después es inenarrable. Mientras los clarines sonaban ¡A degüello! se vio a las tropas de Urquiza avanzar y meterse sus soldados por todos los rincones masacrando a los moradores. El doctor Cuenca, sin perder la serenidad, desarmado y exhibiendo las hilas en la mano, intentó dirigirse al jefe de la tropa asaltante, Comandante Pallejas y, al parecer, se dio a conocer y pidió protección para sus heridos. Por toda respuesta recibió varios golpes de sable; de una estocada fue atravesado y al minuto cayó exánime sobre el pavimento«.

Así murió el mártir de Caseros. Médico, militar y poeta, el Dr. Claudio Mamerto Cuenca, nos legó la herencia de su temple, la prosa de sus versos en sus reveladas composiciones siendo la más conocida «Delirios del Corazón» que consta de más de dos mil versos. Sin duda alguna, la arteria más luminosa, concurrida y florida de nuestras calles lleva su benemérito nombre.

Por Juan Peyrelongue

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Batalla de Caseros
Asesinato del Doctor y Cirujano Claudio Mamerto Cuenca

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